Cualquier
tipo de adicción, en este caso, a las drogas puede ser reconocida a través de
síntomas comunes que aparecen en la mayoría de los casos.
Entre
los más comunes y recurrentes se encuentra la obsesión, la falta de
control, total o parcial, la negación y las consecuencias negativas.
Por
lo general la adicción es vivida como una obsesión. El pensamiento del adicto
se reduce a encontrar la forma de conseguir la droga, a cualquier costo. La conducta adictiva posee una gran fijación
lo que hará que la persona afectada delegue gran parte de su tiempo, atención y
energía a ese tema.
Las
consecuencias negativas son el factor que genera que una adicción sea una
enfermedad perjudicial porque esta no solo se vuelve en contra del adicto sino
también de los demás, de su entorno.
El
deterioro de las relaciones familiares, de amigos y de pareja, el bajo
rendimiento en el trabajo, la pérdida económica, el padecimiento de trastornos psicológicos y
físicos y el cambio de conducta, son algunos de los efectos negativos que
aquejan al adicto y su círculo.
La
insuficiencia para controlar las situaciones es uno de los rasgos más
característicos de cualquier adicto. La
adicción controla a la persona, no la persona a la adicción.
Por
otro lado la negación ejerce un rol fundamental. Cuando el adicto comienza a sumar problemas
en los distintos ámbitos de su vida (trabajo, relaciones, economía) empiezan a
negar dos cosas principalmente: que la adroga o actividad adictiva que llevan a
cabo genere un problema difícil de ser controlado y que los efectos nocivos en
sus vidas tenga conexión con la adicción.
Estos cuatro síntomas pueden presentarse juntos o por
separado. La combinación de todos estos más la suma de otros factores claves
generan un desgaste físico y mental en la vida del adicto.
Fuente: Fundación Manantiales